-“Te envío a Argentina como misionera”.“Pero qué lejos estaba de siquiera imaginar que esa tierra tan soñada, aquella que yo aseguraba era el lugar de mi llamado. Resultaría ser solo una calle de tránsito; un puente a un destino mejor; una escala apresurada en mi vuelo especial de comisión divina. Un lugar donde la visión se fortalecería para ampliarse y hacerse más clara; un centro de operaciones, donde otras piezas del plan perfecto de Dios, comenzarían a encajar de forma perfecta, como notas de una maravillosa sinfonía celestial. Es que a menudo ignoramos, que para llegar a completar el plan divino, nos hacen falta ciertos elementos, que solo están disponibles en el momento y lugar adecuado y escogido por Dios”.“Ya que pienso que el Señor me permitió estar alejada de mi país, solo para despertar en mi corazón un amor por mi tierra antes desconocido. Una morriña entrañable, un anhelo insuperable, un deseo incontrolable de volver a inhalar el perfume fresco de la brisa de la mañana, cuyos aromas se desprenden de los esteros y ríos de mi patria. Ribeteados también por las fragancias de los frutos y las hojas de los árboles, tan característicos de mi suelo, que se hacen tan incomparables como entrañables, cuando uno se encuentra lejos del mismo”.“Fue exactamente en el momento que le pregunté al Señor la razón por mis incesantes lágrimas; aquellas que corrían por mis mejillas sin poder contener siempre que me disponía a orar por mi Patria; que pude oír la voz del Señor:- “No son lágrimas mi niña, son gotas de lluvia divina”. ¡Y entonces comprendí!