José Szlam, El Artista Errante 
Pudo ser el Holandés Volante, ese que se jugó el alma a los dados y al que se lo ve ahora cubierto con un manto de fuego, sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal. Pudo, pero sus escasas condiciones marineras lo condenaron a ser José Szlam, el nieto del rabino. Se le ha visto en Argentina, Chile, España, y se rumora sin confirmación que sigue, entregado a mil maneras de arte, en Canadá.
Así va, eterno buscador de un golpe de oro espiritual y físico en su errabunda condición de artista único, irrepetible e irreemplazable. Es él, y nadie ha sido sobre la Tierra, escúchenlo bien, tan fiel a sí mismo y su destino como José Szlam, esté donde esté y pase lo que pase. Este trabajo es sólo otra prueba de ello. 
Inspirado del texto de Antonio Gil, del diario de artista «Partir es morir… buscando la tierra prometida».

Szlam significa barro, eso que se decanta.
Me defino como un artista idiosincrásico, lo que, según el crítico de arte Donald Kuspit, significa:  que solo el artista singular seguirá siendo creíble y convincente en la era posmoderna.
Soy un artista emigrante. He trabajado en Argentina, Chile, Canadá. En Sudamérica viví en los tiempos de represión de las dictaduras militares. Ser artista y ser bisexual representaba entonces un doble estigma. Sin embargo, la creatividad, la libertad y la autenticidad siempre han guiado mi trabajo artístico, donde sea que esté o adonde vaya.
El pintor colombiano Luis Caballero argumentó: “A través de la pintura exorcizo mis fantasmas y mis problemas humanos. Intento comprenderlos ... sentirlos y verlos. “
Desde el inicio de mi proceso artístico, en 1973, busqué hacer un arte acorde con mi pensamiento y mis emociones, alejándome de las estéticas de moda, de un arte que se adapta a un sistema convencional. Para mí, la creación siempre se refiere a un deseo, a una necesidad personal. La autenticidad requiere un trabajo en profundidad en el estilo, que en sí mismo se convierte en la esencia misma del contenido.