Qué duda cabe que nada que no ayude al hombre a ver y socavar esa tradición carcelaria vale un ardite y la función de la poesía en ese terreno es la del gallo anticipando en las tinieblas la inminencia de la luz. Eso canta Penelas y ello sólo basta para despertar nuestra fundamental simpatía. Luis Franco Dice Valéry: “en el poeta, la boca escucha, el oído habla”. A esta altura de mi existencia puedo decir que la poesía es aquello que no molesta al silencio que colabora con él en su perfección y en su íntima reflexión. Que no es problema de palabras o de imágenes que es íntima coincidencia en donde desaparecen las palabras y las imágenes para dar paso a un ser o presencia nunca vista. Para que Penelas no se sienta seguro y no caiga en la vulgaridad de nuestras artes oficiales es que arriesgo estas palabras que pueden ser olvidadas y no oídas. Héctor Ciocchini Bueno, Carlos Penelas. Te he leído leyéndome tu resonancia en mí. Como sólo un poeta puede y debe hacerlo frente a la obra de otro. Lento, lento, y como templando más que leyendo. Pero en poesía, que por serlo es ética – tú dirías – necesita de un lector paralelo que no sólo quiera y pueda sino que deba: lector ético que en actitud lenta, incorporarte, se deje penetrar de la belleza ajena, creando – no leyendo – más amor, más asombro. Lorenzo Martín El discurso lírico no nombra, como la lengua habitual, la realidad habitual, sino que destruye, viola, esta realidad, para proponer otra realidad esencial. Niega el no ser para exaltar el ser. Crea un segundo referente, que es una transgresión, como quiere Stierle. La poesía de Penelas ejerce esta transgresión, y al ejercerla se incorpora a la tradición de la poesía lírica europea y latinoamericana que viene desde el romanticismo y se exacerba desde Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, las vanguardias, hasta nuestros días. Para ser objetivos, esta enumeración debería comenzar con Góngora. La poesía de Penelas supera una falsa dicotomía que ha perturbado la teoría y la práctica de la poesía. Hugo Cowes Este poeta viene de Boscán. Ricardo E. Molinari