Mi País, que acaba de cumplir doscientos años, se extiende desde los bosques cálidos del norte hasta el distante triángulo de hielos eternos allá en el extremo sur. Agradeciendo la suerte de haberlo recorrido y disfrutarlo en casi toda su extensa superficie, me hace vislumbrar que el teclado es el vehículo y la tinta la savia que me permitirá volcar lo percibido en más de setenta y tantos años de viajes y vivencias, y cincuenta y tantos de paseos al volante, inclusive con cien anécdotas.
La quimera de insertar in situ al amigo lector, hace que en estas páginas se mimeticen relatos objetivos de caminos y senderos equilibrados en paisajes, historia, poesía, hábitat, y por sobre todo el cariño telúrico y los valores muchas veces no reconocidos del lugareño. Ese que ama su tierra y le agradece al Supremo poder habitarla.
Relatos de paisajes que hay que apreciar con los ojos, almacenar en la mente y sentirlos con el corazón. Historias que debemos valorar para conocer mejor de dónde venimos para acrisolar hacia dónde vamos. Poesía, esa cosa abstracta que en estas páginas nos hace oír música en el escurrirse de un arroyo o sonidos del viento acariciando nuestros oídos al paso por lejanas rutas conociendo la flora, fauna y el ser que las habita y… percibir el perfume envolvente de los prados en flor.
No es un relato más, es: Mi País.