Un boliche de poca monta y una relación impensable en otros tiempos; un niñito inocente que descree de las viejas historias navideñas; una monja poco ortodoxa. Estos son algunos de los motivos que han de encontrar en estas pocas páginas donde la tensión narrativa se conjuga con lo sintético, liberando así el juego imaginativo del lector. El autor comulga así con lo expresado por Julio Cortázar, quien definió al relato como “el caracol del lenguaje”, dando una idea del recorrido que un cuento breve pero sustancioso debe transitar, para terminar corporizando una esfera perfecta. Y como ocurre con toda creación humana, la sentencia favorable o contraria estará en mano de quien se anime a desandar el camino de lo escrito, internándose en el fascinante universo de la ficción literaria.