Jerusalén, año 18 del reinado del emperador romano Tiberio. Cerca de la medianoche. En una modesta casa ubicada en la ciudad baja, un ángel guardián de nombre Eyael se prepara para iniciar su oración nocturna, mientras Jeremías, su custodiado, duerme tendido en el suelo.
El ángel esboza una dulce sonrisa. Supone que le aguarda una noche tranquila y relajada, idéntica a las tantas que ya ha vivido a lo largo de los dieciséis años que lleva en la Tierra.
Pero el guardián está totalmente equivocado, porque justo a la medianoche sucederá algo inesperado, algo que hará que la custodia cambie para siempre.