Viví en Buenos Aires algo más de la mitad de mi vida pero Mar del Plata es mi lugar en el Mundo. Mis dos hijes, quienes literalmente salvaron mi vida, nacieron y viven allí.
Durante casi treinta años hice carrera en gastronomía (bastante sólida y errante) que me paseó por Bahía Blanca, Cdro. Rivadavia, Pinamar y Sierra de la Ventana. También navegué decenas de miles de km, desde Miami hasta Hawaii, de Juneau a Malvinas, crucé el Canal de Panamá incontable cantidad de veces, recorrí el Caribe, visité glaciares, me escoltaron delfines, ¡vi un naufragio!, me movía como en casa en San Francisco, ¡Carnaval en Río!, conocí la cara triste de México, me deslicé por el Estrecho de Magallanes (que me regaló el atardecer más espectacular y policromático que haya visto o soñado jamás), crucé el Cabo de Hornos, disfruté las tormentas del Atlántico Sur y en fin, amarré en algo más de cincuenta puertos. Visité sitios tan recónditos e inesperados como Alaska (donde quedó parte de mi corazón) y disfruté de un pan de carne con cerveza en el bar Red Onion de Skagway (abrió sus puertas el mismo año y a apenas a unos metros de donde desembarcó Jack London cuando llegó al Klondike)
Hoy soy herrero, electricista y un poco arregla tutti y cocino en un paraíso rural (para pagar las cuentas, no ya como carrera). Soy apasionado de la política y militante cuando puedo. Soy rockero, hincha del Rojo, feminista y, sobre todo, antisistema.