“La escritura necesita de un sujeto y el sujeto se recrea y se reconstruye en la escritura”En el ámbito escolar, la escritura se presenta como una práctica privilegiada para el aprendizaje, teniendo en cuenta el potencial epistémico que la misma propicia. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que, si solo se escribe en la escuela para evaluar lo ya aprendido, este potencial disminuye, puesto que en la evaluación escolar pueden intervenir factores obstaculizadores tales como: las divergencias en la interpretación de las consignas y la valoración –cuantitativa y/o cualitativa– de lo escrito. En este sentido, consideramos que la elaboración de un texto solicitado por otro siempre se encontrará atravesada por la intersubjetividad que teñirá todo el proceso, ya que al articularse, yuxtaponerse, la subjetividad individual con la subjetividad social, siempre se hará necesario gestionar pedagógicamente situaciones de encuentro docente-alumno, situaciones en las que primen los acuerdos mutuos sobre el trayecto a desarrollar. De esta manera, el docente podrá contribuir a superar las divergencias obstaculizadoras de la escritura, potenciando así el valor epistémico de dicha práctica y favoreciendo al mismo tiempo la convergencia creativa necesaria para el aprendizaje. Luego de varios años de investigar sobre este objeto de estudio, creemos que los acuerdos entre sujetos parecen ser la clave para la mejora académica de esta práctica, tanto los macroacuerdos –entre el docente y el grupo clase– como los microacuerdos –el docente y cada alumno–. Ahora bien, en contextos líquidos, caracterizados por su inmediatez y fugacidad: ¿son posibles estos acuerdos? ¿Cómo sentarse a escribir para aprender en la escuela del siglo XXI si el tiempo parece licuarse al instante? Algunas respuestas a estos interrogantes se esbozan en la presente publicación. Se añaden además nociones teóricas elaboradas ad hoc para explicar el fenómeno escriturario desde el punto de vista de la dimensión subjetiva que lo atraviesa.