Javier Solís se recluyó en los Bajos del Temor, para alejarse de su vida citadina. Sus días transcurrían en la isla sin preocupaciones ni sobresaltos hasta que, una tarde, una densa bruma lo sorprendió y lo obligó a refugiarse en casa de unos ancianos sospechosamente longevos.
A partir de ese momento, Javier comenzó a vislumbrar un delta distinto del que había soñado.
Su espíritu inquieto lo impulsó a investigar la aparición de “la misteriosa niebla”.
Luego de astutas pesquisas pudo desentrañar el misterio aunque, para entonces, su vida estaba en peligro en medio de la selva isleña, zona propensa al tráfico de drogas y de hombres.