De niña era frágil, sensible, con mucha imaginación y picardía, con el tiempo ya convertida en mujer, a pesar de los avatares de la vida, no perdió esa idoneidad, sino todo lo contrario. En estos cuentos esa mujer deja entrever sus sentimientos más puros y profundos, sencilla y clara. El lector no encontrará medias tintas ni finales abiertos, ya que el amor, el enojo, la bronca, la desilusión, la ironía y el humor lo mantendrán expectante hasta su desenlace. Su expresión literaria es lisa y llanamente un canto al ritmo de Azúcar, Pimienta y Sal.